El tiburón martillo es un ser al que el hombre ha dotado de una herramienta. Se la ha situado en la cabeza, que es donde mejor está una herramienta cuando se pretende utilizar como pensamiento.
Este ser se presenta aislado, con un fondo o contexto que nada tiene que ver con él. Diferente, plano, pop, luminoso en su color rojo o azul. Un fondo en el que se recorta su imagen de tal manera que parece generado en una pantalla, no en un lienzo.
Cuando su imagen es vertical es un Cristo en la cruz. Cuando se curva es un descendimiento de la cruz.
Su iluminación es dramática por contrastada, dura pero natural. Su ejecución es un barrido imposible, hecho de una vez y sin correcciones.
La intensidad es máxima cuando se construye pues al resolverse la imagen en menos de un minuto, el tiempo se concentra tanto que la densidad de ese tiempo se hace crítica.
Todo el tiempo se concentra en un momento, un momento que queda para siempre.
La herramienta del tiburón, el mazo, es dura para golpear sobre algo duro pero más débil que él.
El artista es un ser necesariamente duro, más duro que sobre quien golpea, su escena.
Pero todo ucraniano, todo ser fuerte, tiene su punto de debilidad.
La espina dorsal o punto de desdoblamiento es nuestra fragilidad.
Todos padecemos el dolor de nuestra espalda porque sufrimos las consecuencias de cuando el hombre se erigió. Cuando se puso de pie para ver las cosas desde la elevación. Este gran avance para el desarrollo estuvo cargado de soberbia necesaria, pero significó un dolor para siempre en el ser humano. Un dolor como el que ahora mismo yo tengo.
Las imágenes de esta serie, fuertes y determinando su presencia, tienen ese elemento de pliegue que es su columna vertebral. Curva pero formada por rectas, como debe construirse una curva para que tenga fuerza en el desarrollo lineal de su estructura.
Ahora bien, en otros cuadros de esta serie no solo la imagen se pliega, sino que incluso todo el soporte tiene la capacidad de doblarse para adaptarse a la situación. Todo el cuadro puede doblarse por un eje central adaptándose a una esquina. En este caso la imagen revelará un espacio contenido en ese hueco del pliegue del soporte, que coincide con el espacio que ocupa la propia imagen.
Estos cuadros, en los que no se reconoce ninguna figura, se instrumentalizan como una aproximación a la imagen del tiburón martillo, a su piel escalonada, a su estructura de coraza. Desarrollan una imagen rítmica basada en la repetición de un elemento. Una repetición de naturaleza musical que alude a la respiración y al comportamiento sexual.